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Después de la última corrección con la profesora, me quedé dándole muchas vueltas a lo que me sugirió. En el momento en que me lo dijo, todo me hizo completo sentido. Era una propuesta lógica, que incluso me entusiasmó porque parecía ser el camino indicado para resolver ciertas dudas que venía arrastrando. Pero cuando me senté frente al proyecto y traté de aplicar esa idea, me di cuenta de que no sabía cómo abordarla realmente, me costó mucho llevarla a la práctica. Por más que trataba de unir ambos proyectos, no me estaba resultando. Así que, en vez de seguir dándole vueltas, decidí tomar el proyecto anterior y tratar de mejorarlo.
Un día acompañé a mi amiga Karla al taller del profe Moraga y aproveché para que me corrigiera y la verdad es que esa conversación fue muy valiosa, me ayudó bastante. Me sugirió que incorporara una especie de preámbulo al proyecto y que pensara en cómo rematarlo de manera contundente. Como mi proyecto acompaña la línea de la costa, él me hizo ver que era importante que tuviera un cierre fuerte, algo que le diera sentido al recorrido.
También me propuso justificar los desfases que tenía el proyecto incluyendo actos distintos, e incluso agregar una barra. Todo eso me abrió una nueva manera de mirar lo que estaba haciendo y me permitió seguir avanzando sin abandonar la idea original, que a pesar de todo, tenía potencial. Yo ya estaba muy frustrada, sentía que no sabía cómo seguir, así que esta corrección con el profe Moraga fue clave para no soltar el proyecto.
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